Hacer las cosas propias de los adultos, no quiere decir que la persona que llevamos dentro haya madurado por completo y sea madura en todo momento.
Algunas veces nos miramos al espejo buscando nuevas arrugas y # más canas y nos preguntamos:¿Cómo sucedió todo esto tan rápido? ¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo he llegado a aceptar tantas responsabilidades? No puedo llevarlo todo a cabo, no estoy preparado. Quiero ser libre, divertirme, ser niño de nuevo.
Estos pensamientos nos llevan a querer escapar del hecho de hacernos mayores, especialmente cuando nos sentimos desbordados por las responsabilidades, ya sean familiares, sociales o profesionales. Vivimos momentos de temor e inseguridad deseando desaparecer.
Esta crisis puede ser el detonante para que nos demos cuenta que no nos sentimos lo bastante maduros como para poder con todo.
Crecer es algo que hacemos durante toda nuestra vida, este viaje está lleno de paradojas. Llegas al final sólo cuando mueres y puede ser que llegues al término de tu viaje sin haber madurado por completo.
Las personas maduras empiezan a ser inteligentes cuando se dan cuenta de que no siempre hay una respuesta correcta. Para ser adulto no es necesario hacerlo siempre todo bien. Ser maduro significa que hagamos lo mejor posible siempre que podamos.
El proceso de madurar significa que dejamos atrás la peor parte de la niñez conservando todo lo mejor, como ser espontáneos, reír, amar, dar, jugar y divertirnos.
Como adulto sabes quién eres, has aprendido a aceptarte con todos tus defectos, tus miedos, tus fracasos y a enorgullecerte de las cosas que haces realmente bien. Renuncias a caerle bien a todo el mundo y a que constantemente te den su aprobación y te acepten, porque eres consciente de que tal y como eres ahora, estás muy bien.
