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Consulta tanatológica, Conferencias, Talleres, Cursos. Construir un puente hacia las personas y familiares que están pasando una situación tan traumática y desconocida como es la muerte, facilitando el crecimiento a través de las pérdidas. Ayudarte a entender y reflexionar acerca de tu verdadera esencia o realidad como ser humano al descubrir o reforzar los valores internos de la persona en la búsqueda de significado para vivir en plenitud.

martes, 23 de septiembre de 2014

Higiene del alma

La #experiencia en la promoción de la cultura del perdón y la reconciliación enseña que las personas que sufren una ofensa son golpeadas por lo menos en tres puntos fundamentales de su existencia: la confianza en ellos mismos, el significado de la propia vida y la capacidad de socializar. Las relaciones sociales, para las personas, son como un espejo. La ofensa rompe dicho espejo y las víctimas empiezan a no reconocerse ya, hasta perder la propia identidad y la confianza en ellos mismos. Llega luego el momento en que las víctimas se apartan, perdiendo así la capacidad de socializar. El perdón, permite la reconstrucción y la recuperación de la fuerza social.
Las ofensas se pueden comparar con las heridas físicas y las enfermedades que pueden infectar todo el cuerpo, llegando incluso a contagiar a los demás; las ofensas producen una infección moral que debilita la vitalidad y acaba por aislar a las personas y a los grupos humanos. El perdón con respecto a la infección provocada por una ofensa, se convierte en una profilaxis y en una modalidad de higiene del alma. Lo que se anula con el perdón no es la ofensa, sino el efecto distorcionador de la relación con la víctima para que no siga perjudicando la propia autoestima.
La medicina ha logrado probar que la rabia, el rencor y el deseo de venganza producen decenas de enfermedades que perjudican seriamente el desarrollo normal de las personas y de las comunidades.
Los seres humanos están dotados con la capacidad de dar un nuevo sentido a los acontecimientos, así sean los más trágicos. Por eso creamos historias y a través de ellas explicamos lo que nos sucedió, tratando de hacer más soportable lo que nos sucedió. Sin embargo, muchas veces no lo logramos porque la rabia y el deseo de venganza nos superan. Nuestras narraciones, individuales o colectivas, se convierten entonces en una perpetuación del sinsentido y del dolor. Esta clase de narraciones son tóxicas; no curan las heridas, sino que siguen haciéndolas sangrar. Dañan seriamente nuestra salud individual y la salud colectiva, porque el significado que le damos son más traumatizantes que la agresión que está en la base. 
Pasar de la oscuridad a la luz significa transformar el sentido de lo que somos, curar la relación con nosotros mismos, haciendo así más fáciles nuevas relaciones con los demás.
Decidir perdonar, no es una decisión calculada. Ningún individuo ultrajado ni superviviente alguno logran encontrar razones válidas para perdonar. El perdón es absolutamente irracional, así como irracional es la violencia. La decisión de perdonar es posible solamente gracias a la dimensión espiritual en la que no actúa ni la razón ni la lógica, sino el misterio. Es un don que se recibe y se da al mismo tiempo. Por esto se llama per-dón. Sin embargo es una decisión personal.
Hay una gran diferencia psicológica entre la palabra opción y decisión. Si hablamos de opción, el perdón es una propuesta para el libre arbitrio, mientras que como decisión tiene un carácter imperativo que pertenece a las víctimas, que comprenden la imposibilidad de vivir toda la vida condenadas a sufrir las consecuencias producidas por las ofensas.
 Shakespeare lo expresaba así: "demostrar rencor y deseos de venganza es como tomar veneno y esperar que le haga daño a otro".


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